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Mostrando entradas de diciembre, 2022

Apretar un botón

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  Apretar un botón   La última vez que vi a mi madre de pie, me regaló una sonrisa triste, un beso breve y me dijo «adiós, hija» en voz baja. Yo me quedé en el pasillo, sin saber qué hacer con las manos, mirando la puerta de su dormitorio y oyendo cómo corría el pestillo desde dentro. Al cabo del rato, empecé a dar golpes desesperados y grité, pero nadie abrió. Yo tenía doce años y, esa tarde, mis tíos me colaron en el hospital para que me despidiera de ella. Todavía estaba viva, si es que se puede decir eso de alguien que se había tirado desde el sexto piso y tenía el cuerpo destrozado. Mientras nadaba en un lago de tubos y sueros, se olvidó de sonreírme. O quizá es que no pudo. —Tenemos que salvarla —le dije a mi tío, poco después, en la cafetería. Su cara hizo una mueca extraña que no consiguió controlar. Nunca la he olvidado. Ahora comprendo que la familia ya había decidido que no merecía la pena que mamá siguiese sufriendo, que ya había tenido bastante con los tres años

El brillo del No-Bell

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  El brillo del No-Bell   Comunicado de prensa: « La Real Academia Sueca de las Ciencias ha otorgado al profesor Martin Ryle y al profesor Antony Hewish el Premio Nobel de Física de 1974 ». Estocolmo, 15 de octubre de 1974.   —Denúncialos, Susan, ¡denúncialos! —dijo Lorraine. Pasó un instante en el que las dos amigas guardaron silencio. Susan tenía los ojos clavados en la pared del fondo. Unos tipos estaban jugando a los dardos, la camarera apagó la tele y alguien puso la canción de moda que cantaba un grupo sueco. A Susan se le escaparon dos lágrimas; luego miró al techo; después, a su amiga. « Está sufriendo — pensó Lorraine —. Está sufriendo y Susan no se merece pasarlo así de mal » —¿Sabes? Tendría que haberlo dicho antes —dijo Susan—. Desde la primera medalla que le dieron a Hewish, han pasado cinco años y yo no he abierto la boca en todo este tiempo. Creo que, ahora, las cosas están bien así, ya no es el momento. Apretó el puño izquierdo y lo dejó caer al lado

ESCRIBIR UN RELATO CORTO (CHAT GPT)

  CONSEJOS PARA ESCRIBIR UN RELATO CORTO DADOS POR EL CHAT GPT     El chat GPT de inteligencia artificial ( https://chat.openai.com/chat ) contestó a la pregunta ¿Podrías darme algún consejo para escribir un relato corto? con una respuesta bastante larga, en la que da 10 consejos para hacerlo. La verdad es que son cosas muy conocidas, no hay ningún «truco novedoso», pero resulta curioso ver su respuesta. Quizá te llame la atención ver lo que dice:     Aquí hay consejos para escribir un relato corto:   1.      Elige un tema que te interese : te ayudará a mantenerte motivado y te permitirá escribir con entusiasmo. 2.      Planifica tu relato. Esto puede incluir hacer un esquema, incluso por escrito, antes de ponerse a escribir. 3.      Utiliza una estructura clara , será más fácil de leer. Una estructura común es comenzar con una presentación de los personajes y el escenario, seguida de un conflicto o problema, y luego un desenlace o solución. 4.      Utiliza un le

PAREJA EN UNA ROMA SIN VERBOS

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  PAREJA EN UNA ROMA SIN VERBOS [A raíz de una clase del curso pasado que trataba sobre posibles modos de acabar una historia, me propuse escribir un relato completo prescindiendo de uno de los instrumentos más habituales en el idioma. El resultado, que no va más allá de una simple curiosidad, me parece interesante en el sentido de que consigue contar una historia completa, a pesar del estilo rígido y sincopado que tiene].     PAREJA EN UNA ROMA SIN VERBOS 365 palabras exactas   Hombre alto, mujer morena y baja. Primavera del ochenta y seis. Fontana de Trevi rojiza a la luz del ocaso con miles de turistas y restos de pizza por los suelos. —¡Qué locura la pizza al taglio ! —Desde luego, Carla, qué locura. Matías y Carla. A su derecha, una iglesia grisácea y sin nombre en los planos. A su izquierda, una calle hacia el Panteón y, más allá, el camino hacia la Piazza Navona (“ la più bella piazza del mondo ”). Lágrimas en los ojos de Carla: anteayer mucha gente en el t

EL ENGAÑO DE JULIÁN

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  EL ENGAÑO DE JULIÁN   ¡Vaya sorpresa! Cuando por fin se fue el profe Julián, su hijo, Enrique arrugó la frente y se quedó mirando al campo, más allá de la última casa. La muchacha del jersey amarillo le tuvo que dar una voz para que le llenara el depósito. Siguió atendiendo toda la mañana los coches que llegaban, con la mente puesta en que Julián había faltado a un examen para subir nota y en que llevaba varios días sin ir por clase. En el instituto había dicho que estaba malo. Enrique pensó que su vida era una mierda. El sueldo no le llegaba, porque todo subía de precio sin parar; estaba harto de Julián, ya con dieciocho años y siempre discutiendo, y al coche le había fallado una pieza que costaba una barbaridad y lo había tenido que dejar en el taller de Rogelio. Cuando se lo arreglaran no iba a tener bastante dinero, así que había tenido que empeñar el reloj de oro que era de su padre. «Y, ahora, estábamos pocos y parió la abuela», se dijo Enrique. Lo veía venir. Se había imaginad

Corazón enfermo

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  Corazón enfermo   Chelo, que tiene dieciséis años, necesita un nuevo corazón. El suyo nunca funcionará bien. Julia, su madre, ha tenido el mismo sueño cada noche desde que lo supo. Además, no olvidará jamás el accidente en el que murió su marido. «Lo más injusto», piensa, «es que el traficante, ese tal Bruno, que conducía borracho en dirección contraria, no tuvo ni un pequeño rasguño…». Hubo Una época en la que deseó su muerte; pero cuando pasó un tiempo, también superó ese sentimiento. Julia llora con frecuencia por Chelo. Los médicos estiman que, si no encuentran pronto un corazón para el trasplante, es casi imposible que logre sobrevivir más allá de unas cuantas semanas. La chica está luchando contra el reloj.   A las once de la mañana, Julia se pone tensa: han llamado del hospital para decirles que van a recogerlas, que ha aparecido un corazón compatible. El donante acaba de fallecer. Julia grita y llora. Siente alegría y miedo: «¿Qué podría hacer sin mi pequeña si la o

EL HOMBRE MÁS SOLITARIO DEL MUNDO

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  EL HOMBRE MÁS SOLITARIO DEL MUNDO   —¿Por qué leches habrán permitido que Patricia me diga que Jonny ha estado vomitando? —grita Michael. Por lo menos, cuando chilla oye su propia voz. El silencio lo aplasta, la responsabilidad lo oprime; necesita hacer algo para vencer su miedo. Lleva semanas sin apenas pegar ojo. Está muy cansado: cansado de estar preocupado, cansado de no escuchar a nadie durante veinte minutos por cada hora que pasa. Está sudando. —Intenta dormir, Michael —le ha dicho su ingeniero, antes de regresar a la zona de sombra —. Tienes que estar descansado por si tuvieras que hacer la maniobra tú mismo. Un pequeño fallo… —Un pequeño fallo sería inadmisible. ¡Ya lo sé! —lo ha interrumpido. «Inadmisible, sí. Pero ¿para quién?», ha pensado Michael. «Para la nación, supongo… O quizá para la Historia con mayúsculas . Lo que es seguro es que, si todo saliera mal, tendría que regresar sin mis dos compañeros. Terminarían muriendo de sed ahí abajo o dando vueltas y más vueltas e