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Mostrando entradas de enero, 2022

Lo que era

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  Lo que era   Se acordaba de lo que tenía que hacer, pero le temblaban las manos. «Además —se había dicho muchas veces—, a mí nunca me puede pasar eso, porque la gentuza no quiere líos con los jóvenes». —El pueblo ya no es lo que era —y torcía la boca—, cada vez queda menos gente que sepa valorar unos buenos zarcillos o un collar de perlas naturales. ¿Y el oro? Los únicos que siguen comprando oros son los que no se sabe si te van a pagar o van a salir corriendo. —Pero, abuelo, aquí todavía hay mucha vida —se quejaba Elías. —Antes, las familias invertían todo su dinero en piezas valiosas, porque las joyas nunca pierden valor —e iba asegurándose de que se quedaban las luces apagadas—. Además, desde que han traído el Corte Inglés, están tirando los precios. Mayores costes, menores márgenes. La ruina, ya te digo. La única razón para que el abuelo siguiera alabando las manos de las mujeres o sonriendo a las parejas que se probaban alianzas, era su nieto. Y Elías quería a su a

Sacrilegio

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  Sacrilegio   ¿No os ha pasado alguna vez que, conforme te está ocurriendo algo, piensas “ esto es un castigo de Dios ”? Bueno, puede ser que no, yo mismo hoy día no me lo plantearía. Pero, hace más de cincuenta años y en una aldea de Extremadura, todo el mundo iba a la iglesia y decía que creía. Y más, nosotros que éramos solo unos críos. Y es que Julián y yo fuimos inseparables durante aquel verano. Julián Entálvez: un bicho malo al que no se le ocurrían más que trastadas. Y yo, que me dejaba llevar, claro, porque nos habíamos hecho muy amigos. Me habría dejado cortar una mano por él. Cuando no jugábamos a apedrear algún perro sin dueño, estábamos destrozando farolas, robando almendras o cazando pajarillos con la escopeta de Julián. Como éramos unos críos, teníamos el dinero muy justo y muchas veces nuestros padres no nos daban suficiente para comprar balines. Porque, si queríamos divertirnos de verdad, necesitábamos tener suficientes y usarlos contra los pobres gorriones o

Los amantes D’Anuay

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  Los amantes D’Anuay   Estimado lector:   Los acontecimientos que pongo en tus manos, aunque muy crueles, son tan verdaderos como el hecho de que el sol, cada mañana sale por el Este o la veracidad de Nuestro Señor Jesucristo que los buenos cristianos leemos en los Santos Evangelios. Cuéntase en nuestras ciudades y villas de Francia, que la muerte de los últimos templarios, ordenada por su majestad el rey Felipe, a quien Dios tenga en su gloria, sucedió la misma noche en que sus tres nueras eran infieles a sus maridos en la torre de Nesle. Desde allí, refocilándose con sus amantes, pudieron contemplar cómo ardía el cuerpo de la postrera autoridad de la orden del Temple, Jacques de Molay, quien maldijo a los responsables de tamaña iniquidad. Los tres, el papa, el rey y su ministro, convocados ante el tribunal de Dios para el plazo de un año, murieron puntualmente tal y como él los había emplazado. La muchedumbre esperaba que Jacques de Molay, que ya era, a la sazón, un anciano de s

Queridos Reyes Magos: os odio.

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  Queridos Reyes Magos: os odio. Jaén, 6 de enero de 1969 Queridos Reyes Magos:             Os odio. Sí, sí. No me he equivocado. Os odio por el mal rato que les habéis hecho pasar primero a mis hermanos y luego a mí. No sé, un papelito, una pista, algo… cualquier cosa que hubiera indicado que había más de lo que veíamos, hubiera sido suficiente para que no se les saltaran las lágrimas. Se miraban con las caras tristes, a mis padres les ponían ojos llorosos ¡y ellos los miraban divertidos! Os odio, os odio, os odio… lo voy a escribir con el boli verde oscuro del plumier nuevo. Para que quede bien clarito para toda la eternidad y los próximos años: os odio con el corazón.             A ver: nosotros cuatro somos buena gente. Sacamos buenas notas. Somos obedientes. Estudiamos un montón. Yo soy un desastre, ya lo sé, que siempre voy con la ropa por fuera del pantalón, “ hecho un Adán ”, como dice mamá. Y soy muy desordenado, “ que no me vais a echar nada si no ordeno mis cosas ”.

Andrea y Óscar en la ribera

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    Andrea y Óscar en la ribera       *** Andrea — Unos minutos antes. Con una compañera   *** «¿Que qué me está pasando? ¡A ti te lo voy a contar! ¿Qué quieres que te diga que me siento culpable? Si te llegara a decir algo, me inventaría que me va mejor que nunca con Óscar. Que no nos hemos peleado. No como tú, que ya llevas cuatro parejas en dos años porque estás hecha un… bueno una elementa.      »¡Seguro, lo que necesito ahora son consejitos tuyos! Él, loco de celos y con un par de cuernos, y tú con lecciones.   ¡Que sí!, ¡que sí!     »Sé que se me nota. Pero no te voy a contar lo que tuvimos después de que llegué a las cinco. No sé cómo se enteró de que me volví a enrollar con Gema. Tú imagínate lo que quieras, tonta del culo, porque nunca podrás entender lo maravilloso que es él. No importa que sus celos no lo dejen respirar. Ni a él, ni a mí».     *** Andrea — A la hora en punto, junto a la UCI   *** «Estoy hecha una mierda. Esa es la verdad. Entre lo poco que he dor