Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2023

EL CHINCHÓN

Imagen
  EL CHINCHÓN   —¿Qué haces tú aquí? Al entrar en el piso se dio cuenta del bolso de Carla y preguntó en voz alta antes de haberla visto siquiera. —No pareces borracho. ¿Hoy no te has emborrachado? —dijo Carla, desde el sofá, sin levantar la mirada del móvil. Él arrugó el entrecejo y se quitó el chaquetón. Al entrar en el salón y ver a su hermana, ya iba enseñando la mancha de vómito que le bajaba por el pecho. Era marrón y estaba reseca. El olor era inconfundible. En lugar de intentar disimularla, se quitó el jersey con rabia y lo tiró al suelo. —¿Ahí lo vas a dejar? —preguntó ella. —¿Y a ti qué más te da? Estoy en mi casa. —Eso no es exacto... —¡Vete a tomar por culo! ¿Te he dicho alguna vez, en los últimos tres años, que lo que tienen que hacer todas las hermanas mayores del mundo es irse a tomar por el culo? Carla, muy en su papel, levantó la mirada y se quedó mirándolo a los ojos, como hacía su madre hasta que murió. Al joven le dolía que su hermana le clavara

INTERMITENTE

Imagen
  INTERMITENTE   —Ya se han ido todos. —Sí, eso parece... —dice María, tratando de sonreír. Tiene su mano sobre el ratón y el puntero se mueve por la pantalla temblando un poco. Alguna vez, durante la clase, la imagen se ha quedado congelada unos segundos. Como la conexión de Jaime no es buena, cuando hay mucha gente en la sala, los rostros se quedan fijos. Si son demasiados, hasta el sonido funciona regular. —Cuando te he visto entrar, no me lo podía creer. No sabía que te interesara el Renacimiento —dice Jaime, atusándose las canas—. Oye: sigues igual de joven. ¡Qué maravilla! A María se le ilumina la cara. —Si me dices eso, es porque me ves mayor; hace quince años, en Torrejón, no me dijiste esas cosas... —... cuando nos vimos—la interrumpe él—, con la de años que habían pasado, no me diste mucho tiempo para piropos. ¡Anda que tardamos en ir al hotel! Jaime se ríe cuando habla. A María siempre le ha gustado ver su risa, su mandíbula recta y el hoyuelo de su barbill

ELISA Y EL DRAGÓN

Imagen
  ELISA Y EL DRAGÓN   Cuando llegan a mayores, los humanos necesitan una enfermedad para poder morirse. Les falla el corazón o un órgano vital, tienen un derrame en la cabeza o desarrollan un cáncer que los devora. Pero nosotras no enfermamos. Un día, cuando ya hemos cumplido los quinientos años, nos levantamos con la certeza de que vamos a morir, porque ya ha terminado nuestra tarea en la vida y, a la semana, nos dormimos para siempre, sin dolor alguno. Mi madre, que era bastante malvada con los humanos, me hechizó cuando yo tenía doce años. «Para protegerte, Elisa, para protegerte», me dijo. Por eso, yo nunca podría salir del castillo hasta que alguien se enamorara perdidamente de mí, de corazón, conociendo y aceptando mi condición de bruja, que había heredado de ella. El mismo día en que murió mi madre, el dragón de alas azules cambió su ruta diaria. Todas las tardes estaba obligado a volar hacia el Oeste para despedirse del sol, si no quería morir cruelmente. Por las mañana

LO QUE PASÓ

Imagen
  LO QUE PASÓ   —¿Qué ha dicho mamá? —Lo de siempre, papá. Está enfadada. Desde que no estás con nosotros, siempre me está regañando, haga lo que haga. Es un rollo. —Bueno, es lo normal. Lo ha tenido que pasar muy mal, ya sabes. Primero tuvimos una de las gordas, y luego... Chisco cierra los ojos porque se le viene a la mente lo que pasó.   Cuando los vuelve a abrir, ya los tiene mojados. «No voy a llorar porque ya soy mayor —piensa—. Javi, que es más mayor y tiene doce años, todavía llora, yo lo he visto. Parecía un perro chico cuando le pisan una pata. Cuando yo sea más mayor , como Javi, no voy a llorar nunca». A Chisco se le han quedado en la cabeza los gritos que dio mami y los cuchicheos de los vecinos. —¿Por qué no me mandas una foto, papá? Hazte un selfi sonriendo, es que mamá siempre está seria.   «Ya no me acuerdo de la última vez que vi sonreír a mamá.   Antes se reía con las payasadas de papá. ¿Quién no se va a morir de risa con los chistes y las tontería