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Mostrando entradas de abril, 2023

EL GLOBO DESINFLADO

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  EL GLOBO DESINFLADO   —Así que usted insinúa que la muerte de Sinclair no ha sido accidental —dijo el sheriff Marius. Donovan se atusó su canoso bigote. Ahora que se acercaba su jubilación, el detective Donovan se estaba quedando anticuado en todo. Desde la calle llegó un desagradable y fuerte olor. Marius tamborileó con los dedos sobre la mesa. Era el sheriff del pueblo desde hacía veinte años. —Yo no insinúo, sheriff, yo afirmo. Esto no ha sido un accidente. Sinclair era el mejor piloto de globos aerostáticos. ¿Cómo me explica su muerte? —Algo debió de pasarle al maldito globo. La científica dice que cuando se estrelló contra las ramas todavía estaba inflado. —Y yo le digo que eso es imposible. El globo tenía que estar casi desinflado para caer como una piedra. No hay otra explicación, ¿usted ha visto cómo ha quedado?   El sheriff levantó las cejas. Donovan continuó: —Además, mi compañía considera imposible que Sinclair olvidara el paracaídas. —Sinclair había di

LA CAJITA DE MATHIUS

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  LA CAJITA DE MATHIUS   —Pasa, Mónica —dijo Mathius —, no hay tiempo que perder. Mónica era imponente; alta, rubia y elegante. Tenía perfectos los ojos, la cara, los largos y delgados dedos... La muchacha saludó a Mathius con una leve sonrisa y una inclinación de cabeza y pasaron a una sala grande. Sonaba un zumbido desagradable, como el de un tubo fluorescente medio estropeado, una antigualla. Había un aroma de guiso de alubias y las paredes rezumaban humedad. Al fondo, en una mesa pegada a la pared, había un ordenador de pantalla cochambrosa que olía ligeramente a cable quemado. Se sentaron uno frente al otro, en las dos sillas de la mesa que estaba en el centro de la sala. Mónica extendió su brazo izquierdo y alargó la mano hacia Mathius. —Sírvete tú mismo —dijo con una sonrisa. —Buena lectura. El hombre se puso unas gafas de cristales gruesos, sacó una caja diminuta, una especie de pastillero, agarró con firmeza la mano de la chica y, con ayuda de unas pequeñas pinza

PARA SU HIJA

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  PARA SU HIJA   El padre buscó por toda la ciudad la muñeca que su hija le había pedido. Se coló en varias tiendas destruidas y saqueadas. En el ropero de una iglesia, en el que entró después de matar a un enemigo que estaba escondido, tampoco vio nada. Al avanzar por una calle, desde un garaje, una granada hirió a dos compañeros que iban detrás de él. Por suerte, él acababa de caer en un gran hoyo que había hecho un cohete enemigo, justo un poco más adelante. Por eso resultó ileso. Unos metros más allá, a la derecha, había una juguetería. O lo que quedaba de ella. Muy cerca, se oían los gritos de los heridos. Las balas venían de no se sabía dónde e iban a cualquier parte. Querían herir el cuerpo de algún compañero o quizá el suyo… Su unidad estaba respondiendo a una ofensiva enemiga que era mucho más fuerte de lo habitual; pero allí, a unos metros, estaba la juguetería, con los cristales rotos, medio destrozada. «Pobre Laudka. Cree que me he ido a pasar unos días con los