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Mostrando entradas de octubre, 2022

SIEMPRE HA SIDO MEJOR QUE TÚ

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  SIEMPRE HA SIDO MEJOR QUE TÚ   Cuando se quedó en el paro, su hermana Marta consiguió que su padre, el viejo tacaño, despidiera al cuidador y contratase a Alberto. Le pagaba una ridiculez por empujar su silla de ruedas a todas horas y adelantarse a lo que pudiera necesitar: —¿Quieres otro vaso de leche, papá? ¿Te traigo una manta para que estés más calentito?   Alberto le sonreía, pero lo odiaba. Veía su cara de desprecio por no haber sabido conservar a su mujer: —Tu hermana siempre ha sido mejor que tú —le repetía—. Además, su marido, Nico, también te da cien mil vueltas. Entonces se reía para humillarlo: —Algo le dará ese muchacho; algo que tú no le darías a tu esposa —le decía—. Si no fuera porque Marta me convenció, ahora estarías en las colas del hambre, que es donde deberías estar.   Alberto se salía entonces a la terraza y calculaba que, desde la sexta planta, tardaría en caer unos dos o tres segundos. Quizá menos. —Tengo muchas deudas, Marta —le había dicho

ELOY Y SOLE

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  ELOY Y SOLE   A Eloy se le había hecho tarde, por eso se afeitó deprisa. Se quejó del armario del cuarto de baño y se repitió que tendrían que cambiarlo en cuanto tuvieran suficiente dinero. Se puso el traje, la corbata roja y los zapatos elegantes que se había comprado hacía años. Antes de que llegara Sole, le dio un último vistazo al salón: estaba todo preparado. Encendió las velas y bajó un poco la persiana. Había hecho la comida y descargado música en el viejo portátil; había preparado la mesa, sacando vajilla buena y decorándola con flores de papel, y había un montón de globos y una pancarta: “Felices veinticinco años”. Ella llegó un poco más tarde de lo habitual. Al entrar en el ascensor, tenía cara de cansada. Traía preocupaciones del trabajo y estaba pensando en cómo iban a apañarse porque la inflación no paraba de crecer y les habían subido la hipoteca. Si ya les costaba llegar a fin de mes, desde que se había acabado el paro de Eloy, ahora las cosas se iban a poner

Nacho tiene ocho años

  NACHO TIENE OCHO AÑOS (1100 PALABRAS)   —¿Quieres ju, jugar conmigo? —dice. Nadie responde. —Anda, pa, papá, por favor, da, dale… ¡Vamos a jugar jun, juntos…! —dice, con lágrimas en los ojos. Nacho, está cansado de suplicar. Hoy papá no le hace caso. A Nacho le gusta mucho jugar con papá. Mamá se fue hace ya tres años. («Al cielo, Nacho, al cielo. Mamá ahora está allí esperándonos para cuando lleguemos nosotros. Como nos quiere mucho, ha ido a prepararnos la habitación. Y nos dará muchos besos y nosotros le llevaremos flores y regalos. ¿No quieres darle besos a mamá?», le contaba el padre y Nacho pensaba que sí, que quería darle un beso muy grande a su madre). A Nacho le duele la cabeza cuando intenta entender por qué mamá llegó ese día tan tarde para recogerlo de la guarde. Por eso tuvo que conducir muy deprisa para llegar a casa, porque no estaba la comida hecha. Él la esperó con una seño a la que le sudaban mucho las manos y que hablaba por el móvil todo el rato: —Yo

EN EL PUESTO FRONTERIZO — 850 palabras

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  EN EL PUESTO FRONTERIZO   Por el puesto fronterizo pasaba muy poca gente en aquella época del año. Hacía demasiado frío para subir hasta allí, donde la tierra se peleaba con las nubes. Además, el único camino posible atravesaba el pueblo que quedaba abajo y la carretera estaba intransitable con el hielo y los controles. Nadie se arriesgaba a dejar su cadáver en la nieve, quizá con una bala procedente de las grandes fábricas alemanas. Cuando Nadia y Stephan subieron en el viejo coche, los guardias se quedaron extrañados. Para impedir que siguieran avanzando, uno de los tres que había en el puesto se quedó delante, a unos metros de distancia, mientras los apuntaba con un arma. Estaba serio, muy serio, quizá porque soplaba más viento que otros días o porque hacía más frío de lo habitual. Los otros dos guardias, que les habían pedido los pasaportes y los salvoconductos, estaban comprobando por teléfono la autenticidad de los documentos. Nadia miró a su compañero y se mordió el

UNA VUELTA POR EL HOGAR

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  UNA VUELTA POR EL HOGAR   Abrió los ojos y miró al techo. Sentía el mismo sobresalto que se tiene después de un mal sueño, nada más. Entonces echó un vistazo a derecha e izquierda. Le encantaba estar en la bañera, tumbada, con la mente en blanco. «¿Para qué ponerme en marcha? No voy a hacer nada importante dando vueltas por el piso y, de todas formas, no pasará mucho tiempo antes de que esto esté lleno de extraños», pensó. Tardó en decidirse, pero se convenció de que, aunque fuera con tristeza, debía dar una vuelta por su hogar para ver cómo había quedado. Salió de la bañera y se dijo: «Voy a ponerlo todo perdido, pero ¿qué más me da? Alguien lo limpiará. Desde luego, yo no. Lo de estar siempre fregoteando se ha acabado». Sin ninguna prisa, caminó por el pasillo, porque no quería escurrirse y caerse y, muy despacio, fue a la cocina. No había usado la toalla, por lo que iba dejando un rastro mojado por el parqué. Una vez allí, abrió la nevera para ver si podía picar algo, au