UNA VUELTA POR EL HOGAR
UNA VUELTA POR EL HOGAR
Abrió los ojos y miró al techo. Sentía el mismo sobresalto
que se tiene después de un mal sueño, nada más. Entonces echó un vistazo a
derecha e izquierda. Le encantaba estar en la bañera, tumbada, con la mente en
blanco. «¿Para qué ponerme en marcha? No voy a hacer nada importante dando
vueltas por el piso y, de todas formas, no pasará mucho tiempo antes de que
esto esté lleno de extraños», pensó.
Tardó en decidirse, pero se convenció de que, aunque fuera
con tristeza, debía dar una vuelta por su hogar para ver cómo había quedado. Salió
de la bañera y se dijo: «Voy a ponerlo todo perdido, pero ¿qué más me da?
Alguien lo limpiará. Desde luego, yo no. Lo de estar siempre fregoteando se ha
acabado».
Sin ninguna prisa, caminó por el pasillo, porque no quería
escurrirse y caerse y, muy despacio, fue a la cocina. No había usado la toalla,
por lo que iba dejando un rastro mojado por el parqué.
Una vez allí, abrió la nevera para ver si podía picar algo,
aunque no tenía hambre en absoluto, y se encontró con que estaba estropeada. No
sabía cuánto tiempo llevaría así ni se acordaba de que no funcionara. Entonces
se dio cuenta de que había muchas cosas que no recordaba. ¿Cuánto tiempo
llevaba en la bañera? ¿Dónde había ido Alfredo?... Le pareció que todo era un
poco extraño, pero aquella sensación no la preocupó en absoluto.
Decidió que tenía que mirar en el salón a ver cómo estaba
todo, antes de la invasión de extraños que se avecinaba. Entró, se sentó en el sofá,
en medio de las manchas, y sonrió un instante. «Esto está hecho un asco. En
algún momento, alguien tendrá que cambiar las tapicerías», se dijo. Se estiró
la falda un poco, para sentirse más cómoda. Tanto la blusa como la falda
estaban empapadas.
En el descansillo empezaron a oírse ruidos de pasos y
conversaciones. Tenían que ser cuatro o cinco personas como mínimo y era seguro
que luego vendrían muchas más.
«¡Cuidado, que viene la policía!», se dijo.
Se levantó deprisa, ya no le importaba ir con precaución o
no, recorrió de nuevo el pasillo, fue al cuarto de baño y se metió otra vez en
la bañera, que estaba hecha una porquería con tanta sangre.
La policía científica determinó que el asesinato de la mujer
había tenido lugar en el salón, mientras estaba sentada en el sofá. Parecía que
había sido por sorpresa, porque no había heridas defensivas.
El cadáver estaba en la bañera chorreando coágulos de
sangre. Tenía clavado en el pecho un cuchillo de gran tamaño y, por el momento,
el único sospechoso era Alfredo, el marido.
Se dictó orden de busca y captura contra él.
©
Guillermo Arquillos
2022/10/02
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