A, DE ASESINO
A, de asesino
Estoy escribiendo con el portátil apoyado en las rodillas y
llaman a la puerta. Me levanto y abro. Se parece a alguien que conozco, pero me
resulta increíble.
—Buenas tardes. ¿A quién busca? —le digo con cierto recelo.
—A usted, buen hombre, a usted. —Debe de leer la
desconfianza en mi cara— ¿No me reconoce? Soy Gerardo, el asesino de su relato.
¿Puedo pasar?
Sin que le dé permiso, antes de que pueda impedirlo, se
cuela, entra en el salón y se sienta en el sofá. El tal Gerardo es idéntico al
estúpido sobrino que me he imaginado que mataba a su tía para conseguir la
herencia. Porque se trata de que este fantoche quiere el dinero de su tía y ella,
como muchos de los personajes ancianos de mis historias, tiene la manía de no morirse
sin algo de ayuda.
—Así que tú no existes más que en mi cabeza… —le digo.
—Déjese de tonterías. Vamos a lo importante: si me pone una
pistola en las manos y está inutilizada, me voy a dar cuenta de que no dispara
porque no soy gilipollas, no crea. Ese truco no le va a funcionar, buen hombre.
Gerardo es un tipo alto, con perilla y gorra de pana color
gris monja. Le tiembla un poco la voz, aunque no mucho.
—A ver, no tengo del todo claro por qué te tienes que cargar
a tu tía.
—Eso es lo único que está claro en su historia, buen hombre.
¡Por la herencia! ¿Por qué leches va a ser si no? ¿No ve que estoy tieso y que
tengo que devolver lo que debo a la banda de Abraham?
Abro los ojos con incredulidad:
—Un momento, un momento. La banda de Abraham es de otro
relato, esa gente no salía en este.
—A mí no me venga usted con rollos. Le debo dinero, Abraham me
amenaza para que lo devuelva y si no, me va a dar una buena paliza. Y las palizas
que da esta gente te pueden dejar inválido.
Se queda un momento mirando a la pared. De repente, continúa
hablando:
—Ya ha escrito que fui a robarle a mi tía unas joyas para
malvenderlas y mi tía me pilló. Nos peleamos y yo le di un par de puñetazos.
Después me largué con unos pendientes, unas monedas antiguas y una pistola que
está inutilizada, como todas las de la colección que dejó mi tío. Al viejo le
gustaba juntar cacharros.
—Sí, eso ya lo sé, me lo acabo de imaginar hace un rato. Es
más, estaba corrigiéndolo un poco antes de seguir adelante —le digo.
—Mire, buen hombre…
—… no me llames buen hombre, me molesta.
—Usted me ha imaginado llamando buen hombre a todo el
mundo. De modo que ahora no se queje.
Hago una mueca de fastidio. Gerardo la ignora.
—Tenemos que resolver lo del asesinato de mi tía. Ya le digo
que lo de la pistola no funciona.
Gerardo es un personaje más simpático de lo que yo creía. Me
va explicando cómo ha llegado a esta situación y comprendo que ha tenido una
existencia bastante dura. No creo que a nadie le guste estar en el mundo con la
única finalidad de ser un asesino, por la única razón de que a alguien le
interesa que sea así. Me tomo unas cervezas con Gerardo. Sabe contar chistes.
Siempre me ha caído bien la gente que cuenta los chistes de una manera
especial. Me habla de sus proyectos, de los coches que se quiere comprar con la
herencia de su tía, de los países que quiere visitar. Por lo visto, no va a
guardar ni un euro, no es su estilo.
Al final, me he hecho muy amigo de Gerardo. Ya lo creo.
Cuando se marcha, me dice que no lo olvide, que entonces dejará de existir.
Bueno, como todo el mundo, pienso yo, cuando alguien nos olvida, una parte de
nosotros deja de existir, aunque sea solo la pequeña parte de nosotros que estaba
en su mente.
Por la noche, a eso de las doce, me llaman por teléfono.
Reconozco su voz.
—Lo he hecho —dice Gerardo.
—¿Ya?
—Sí, ya. Cuando siga escribiendo, no se olvide de permitir
que me escape. Lo he hecho con un pañuelo de tela.
—Ah sí, ya sé, el pañuelo de tela que siempre llevas. Lo he
puesto en esta historia sin saber muy bien para qué.
Nos callamos un momento. Me da pena lo que le tengo que
decir:
—Gerardo, creo que te van a pillar y que no vas a poder
disfrutar de la herencia. Mañana, cuando me levante lo escribo. Está decidido.
—Con lo bien que me lo hubiera pasado yo con el dinero de mi
tía… Qué mala leche tiene, buen hombre.
© Guillermo Arquillos 21/10/2023
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