Mis relatos [Guillermo Arquillos]

Mi escuela mola   Vamos a ver si os pongo un poco en situación y luego os cuento lo bien que nos lo estamos pasando en la escuela con las actividades extraescolares de este año. Me presento, que alguno no me conocerá a pesar de que he salido en los periódicos hace poco, en la sección de sucesos, mi favorita. Me llamo Richard Wilkinson. Sí, Wilkinson, como las cuchillas de afeitar. (Al último que me hizo una broma con mi apellido, le hice un corte en la cara. Así que ¡ojito con la guasa!). Llevo en la escuela casi todo el curso escolar y estoy encantado, la verdad. Me he matriculado este año en robo en sucursales bancarias y pequeño comercio y las asignaturas me están resultado interesantísimas. El año que viene, ya he solicitado hacer la primera mitad del año en Nápoles y la otra mitad en Sicilia porque, con los acuerdos que tiene la escuela, voy a salir también titulado en extorsión: doble grado. ¡Ya quisieran muchos…! Aquí hay estudios de todas las ramas que merecen la pena y

    El siguiente relato forma parte de un ejercicio del taller. Está basado en un cuento clásico. (Al final comento parte de lo que se ha cambiado).   Sucedió en Faluya   Un día subió Abdul con la respiración entrecortada, estaba pálido.   Hacía algún tiempo, ya me había confesado que tenía la facultad de ver fantasmas: a la soledad, una mujer joven y bella, que desprende un repugnante olor cuando se te acerca; o a la miseria, una vieja leprosa. Sin embargo —decía—, «la que me causa más miedo es la muerte: una mujer hermosísima que arrebata los espíritus de quienes tiene anotados en su lista».   Me contó que, en la plaza, aquella aparición lo había mirado mientras consultaba su pergamino. Y, Abdul tenía miedo porque creía que su nombre estaba allí escrito.   Cuando oí la estupidez que se imaginaba mi cobarde amigo, decidí que iba a aprovechar su ignorancia y su superstición. Lo terminé de convencer de que su única posibilidad era huir a Bagdad, a casa de unos parientes