ELISA Y EL DRAGÓN

 





ELISA Y EL DRAGÓN

 

Cuando llegan a mayores, los humanos necesitan una enfermedad para poder morirse. Les falla el corazón o un órgano vital, tienen un derrame en la cabeza o desarrollan un cáncer que los devora. Pero nosotras no enfermamos. Un día, cuando ya hemos cumplido los quinientos años, nos levantamos con la certeza de que vamos a morir, porque ya ha terminado nuestra tarea en la vida y, a la semana, nos dormimos para siempre, sin dolor alguno.

Mi madre, que era bastante malvada con los humanos, me hechizó cuando yo tenía doce años. «Para protegerte, Elisa, para protegerte», me dijo. Por eso, yo nunca podría salir del castillo hasta que alguien se enamorara perdidamente de mí, de corazón, conociendo y aceptando mi condición de bruja, que había heredado de ella.

El mismo día en que murió mi madre, el dragón de alas azules cambió su ruta diaria. Todas las tardes estaba obligado a volar hacia el Oeste para despedirse del sol, si no quería morir cruelmente. Por las mañanas, cuando regresaba hacia Este, también sobrevolaba mi castillo para ir a recibir al sol en las colinas del Principio del Día.

Yo salía y lo veía pasar volando, majestuoso y fuerte, por encima de mi morada, que era también mi cárcel.

Confieso que cuando divisaba a lo lejos la mole de su cuerpo, me ponía de puntillas y levantaba la cabeza para ver su rostro y sus ojos. Los tenía verdes, enormes y atractivos. Algunas veces los traía mojados en lágrimas, pero yo notaba que, conforme se acercaba, se le iban iluminando y su gesto se suavizaba hasta llegar a sonreír. Era una sonrisa un poco triste, como la mía.

Un día, el enorme dragón detuvo su vuelo y se posó en las almenas de mi castillo. Corrí para alcanzarlo antes de que se marchase de nuevo. Fue la primera vez en que nos hablamos.

A partir de ese momento, todas las tardes, cuando pasaba a cumplir con la obligación que le imponía su hechizo, charlábamos un buen rato, nos gastábamos bromas y nos reíamos. Cuando te ríes con alguien te arriesgas a quererlo para siempre, aunque sea un vulgar dragón, un enorme y torpe dragón que ni siquiera echa fuego por la boca.

A veces, él me hablaba de que, hacía años, se había enamorado de mujer de cabellos largos y oscuros y manos delicadas. Ella, al sentirse vulnerable por el amor, lo hechizó para siempre, convirtiéndolo en aquel torpe y triste dragón.

—¿Era una bruja? —le pregunté.

—Sí, era una bruja, naturalmente —me dijo con su áspera voz de bestia.

Le acaricié las escamas de la frente. Inclinó su cabeza y me dijo:

—Elisa, aquella bruja era tu madre —me dijo—. ¿Nunca te lo contó?

Mi madre había renunciado a amarlo porque hubiera perdido sus poderes, hubiera dejado de ser bruja, se hubiera convertido en humana y habría muerto de vieja, como mueren las personas. Yo quedé muy pensativa al oír aquella historia.

—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté.

—No puedo decírtelo. Si lo conoces, puedes terminar enamorada de mí.

Siguieron pasando los días. Desde las almenas fuimos viendo cómo se acercaban las estaciones del año, cómo se sucedían unas a otras. Vimos cómo cambiaba el aire y los días se hacían largos y luego se acortaban.

—Creo que me estoy enamorando —le comenté un día, temblando.

—Si me dices que piensas que te estás enamorando, es porque ya debes amarme —dijo él.

Y me miró con lágrimas en los ojos.

Yo comprendí al instante.

—¿Cómo puedo romper el hechizo que te lanzó mi madre?

—En las grutas del castillo hay corazones de carne —dijo él, con una voz temblorosa—. Debes elegir los que desees que ocupen el lugar de nuestros corazones de piedra. Lo conseguirás usando tus conjuros. Entonces podremos amarnos.

De las grutas subí dos cofres. Ya había caído la noche y el dragón no había cumplido con su obligación de ese día. Empezaba a respirar mal. Del primer cofre saqué un corazón de carne. El dragón respiraba cada vez peor, creí que iba a morir asfixiado. Levanté el corazón con las dos manos, el dragón dejó caer su cabeza sobre las almenas y el castillo entero tembló. Sonó un trueno a lo lejos: era la voz de los cielos que no querían perderse el hechizo. Me sentí poderosa al recitar las palabras del encantamiento. Cuando acabé de recitarlas se hizo un enorme silencio, como el de una cueva. Duró un breve tiempo lleno de eternidad. Luego empezó a soplar una suave y cálida brisa, después se convirtió en viento, y el viento se fue haciendo más y más fuerte. Yo agarraba el corazón con las dos manos y caí, empujada por la fuerza del viento.

Cuando levanté de nuevo la cabeza, había vuelto el silencio y el dragón ya no estaba. En su lugar había un hombre apuesto, elegante y sonriente. Me dije que había hecho bien en deshacer el encantamiento de mi madre.

—Ahora querida Elisa, debes hacer el encantamiento para tu nuevo corazón, el que te permita amarme para siempre, el que te convierta en humana.

—Un momento... —dije con desconfianza —¿En humana has dicho?

—Sí, Elisa, en humana. ¿No es maravilloso? Podremos querernos el resto de nuestras vidas hasta que seamos viejos y marchemos juntos hacia el ocaso.

—¿Humana? ¿Morir? —. No entendía lo que decía—. ¡Yo no puedo ser humana, no puedo vivir pendiente de padecer enfermedades, sin poderes sobre las fuerzas ocultas! Yo he nacido para reinar quinientos años en este castillo.

El hombre agachó la cabeza.

—Si no eres humana, nunca podrás amarme de verdad. Si no compartimos la vida hasta la muerte, nunca me amarás.

*****

Han pasado dos siglos y Bernard —así se llamaba aquel dragón-hombre— se marchó en busca de alguien con un corazón puro. Ya habrá muerto. En el salón de mi castillo, encima de la chimenea, tengo el cofre con la única cosa que me puede quitar mi poder y darme el amor: un corazón de carne.

Pero ¿sabéis?, cada día me repito que no quiero otra cosa sino el poder. Prefiero mi corazón de piedra, yo he nacido para ser reina y gobernar durante quinientos años. Es mi destino.

Mi triste e intenso destino.

 

© Guillermo Arquillos 06/02/2023

Comentarios

  1. Un cuento. Muy bien. ¡Qué difícil es escribir un cuento!. ¿Por qué lo has escrito?. Bueno, estarás seguro dándole vueltas a la técnica de escribir cuentos.
    Un abrazo,

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    Respuestas
    1. Era el tema semanal propuesto por un grupo donde participo. El tema era "FANTASÍA". Es la primera vez que escribo algo así. Me ha gustado, como primera experiencia... aunque no creo que lo practique mucho... o quizá sí, ¿quién sabe?

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