LO QUE PASÓ
LO QUE PASÓ
—¿Qué ha dicho mamá?
—Lo de siempre, papá. Está enfadada. Desde que no estás con
nosotros, siempre me está regañando, haga lo que haga. Es un rollo.
—Bueno, es lo normal. Lo ha tenido que pasar muy mal, ya sabes.
Primero tuvimos una de las gordas, y luego...
Chisco cierra los ojos porque se le viene a la mente lo que
pasó. Cuando los vuelve a abrir, ya los
tiene mojados.
«No voy a llorar porque ya soy mayor —piensa—. Javi, que es más
mayor y tiene doce años, todavía llora, yo lo he visto. Parecía un perro
chico cuando le pisan una pata. Cuando yo sea más mayor, como Javi, no
voy a llorar nunca».
A Chisco se le han quedado en la cabeza los gritos que dio
mami y los cuchicheos de los vecinos.
—¿Por qué no me mandas una foto, papá? Hazte un selfi
sonriendo, es que mamá siempre está seria.
«Ya no me acuerdo de la
última vez que vi sonreír a mamá. Antes
se reía con las payasadas de papá. ¿Quién no se va a morir de risa con los chistes
y las tonterías de papá, si hasta las piedras se reían? —piensa el crío—. Pero
de eso ya hace mucho, porque luego fueron las peleas y pasó aquello...».
—No puedo mandarte una foto, ya sabes —escribe el padre—. ¿No
tendrás tú una foto mía en el móvil?
—Es verdad, tengo fotos tuyas aquí mismo. Sí, qué tonto...
***
Berna llegó un día a casa diciendo que lo habían despedido,
que le daban una indemnización y que lo mandaban a la calle. Estaba serio,
aunque intentaba no dramatizar. Luci, la madre, empezó a dar gritos diciendo
que de qué iban a comer. Él le dijo que no se preocupara, que seguro que
encontraba algo, que tenía un tiempo de paro y que las empresas buscaban
empleados que cayeran bien, sonrieran a todas horas e hicieran muchas ventas. Gente
optimista.
—¿Optimista? —dijo ella—. ¿Ya me estás echando en cara otra
vez que yo soy una persona seria y que me tomo las cosas en serio?
—No, nena, no he querido decir eso, yo nunca..., ya sabes...
—¿Ya sé? ¿Ya sé? —Luci estaba gritando— ¿Qué es lo que yo
sé? ¿Que no soportas mis depresiones? —Hablaba atropelladamente—. Es una
enfermedad, aunque no te lo creas. Lo mío es una jodida y maldita enfermedad.
Chisco no quería oír los gritos de su madre. Cuando se ponía
así, corría a encerrarse en su cuarto, se colocaba los cascos y subía el
volumen al máximo.
En el salón había una pelea de gallos. Berna también estaba
muy nervioso y se estaban levantando la voz. El hombre había querido
convencerse de que su simpatía y su experiencia eran suficientes para encontrar
algo rápido, pero estaba muy preocupado. No tenían casi nada en el banco,
porque él tenía la obsesión de disfrutar del dinero día a día y ahorraban muy
poco. Discutían muchas veces por eso. Algunos compañeros habían ido a la calle
hacía más de un año y todavía andaban buscando lo que fuera, a un paso
de que se les terminase el paro.
A Luci le duró el enfado una semana entera. Cada día se iba
poniendo más y más nerviosa, apenas dormía, no se arreglaba, siempre estaba esperando
a que llegara Berna para preguntarle si había encontrado algo para trabajar. Fuera
lo que fuera.
—No te preocupes tanto, nena. Seguro que encuentro cualquier
cosa. Es cuestión de días.
Con una sonrisa, cerraba un poco los ojos como si estuviera
satisfecho por algo.
Cuando su esposa no lo veía, ladeaba la boca, se acariciaba
la sien y fijaba la mirada en la pared. En cuanto venía Luci, intentaba
recomponer la sonrisa y hasta soltaba alguna broma.
***
A Luci se le congeló el pensamiento un martes. De repente se
le ocurrió que todas las desgracias les venían porque vivían en una casa muy grande,
demasiado lujosa para ellos. Decidió que la odiaba y que debía destrozarla. Sí,
la casa era el origen de lo que les ocurría.
El fuego consumió el edificio en poco tiempo y, cuando todo
pasó, encontraron carbonizado el cadáver de Berna. Luci no sabía que su marido
había vuelto tan pronto y, cuando se dio cuenta, ya no había manera de salvarlo.
Mucho tiempo después, los vecinos todavía cuchicheaban sobre
lo que había pasado esa noche.
***
—Papá —escribe Chisco—. ¿Vas a seguir hablándome por WhatsApp
mucho tiempo?
—Eso espero, hijo. Seguiremos hablando por aquí hasta que
seas mayor y tu mente deje de imaginarme. Tú eres quien tiene que decidir hasta
cuándo. Yo, de todas formas, siempre estaré contigo.
Chisco quiere hacer una captura de pantalla de la
conversación y, como siempre que habla con su padre, el móvil se reinicia.
© Guillermo Arquillos
30/01/2023
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