LA SILUETA DEL GATO NEGRO (microrrelato)
LA SILUETA DEL GATO NEGRO (microrrelato)
Al entrar en la habitación, permanecí en silencio un
instante, mirando la horrible silueta de aquel gato. El espejo no reflejaba su
imagen. Sus ojos brillaban como luces amarillas que se clavaban en mi mente. La
figura tenía el pelo erizado y yo temí que me fuera atacar.
—¿No lo ves? —le dije a K.
—No, no lo veo. Ya te lo dije antes.
—Es imposible, amigo, es imposible —me quejaba a K.—, tienes
que verlo. ¿Es que no ves que está ahí mismo?
El corazón quería escapar de mi pecho. Me sentía mareado
viendo la terrible figura en medio de la habitación. El ambiente, que olía a
aguas fecales, era nauseabundo.
—Ahí no hay nada, te lo juro. —Oí que me decía K.
Sopló un viento helado que no supe de dónde venía. Se me metía
en los huesos.
K. añadió:
—Si lo estás viendo, es que te sientes culpable de lo que
hiciste. Ahí no hay nada, tu conciencia te está condenando.
Se me escaparon un par de lágrimas que no pude controlar. Apreté
los puños con fuerza para intentar evitar que me temblaran las manos.
—¡Creo que estoy volviéndome loco! Pero yo no tuve más
remedio, K. Lo sabes…, no tuve más remedio.
—Lo hiciste por dinero, ¿verdad?
—No. No fue por dinero —le dije—. Fue... fue por la angustia
que me causaba la envidia. No podía dormir ni una sola noche viendo lo inferior
que era. Me torturaba pensando que, hace años, tuvimos las mismas oportunidades
y yo no supe aprovecharlas para llegar a ser alguien. Por eso te maté, amigo
K., porque tú lo lograste y yo no fui capaz.
Volvió a soplar aquel pavoroso viento. El gato permaneció inmóvil
en el centro de la habitación y yo oí de nuevo a mi amigo dentro de mi mente.
K. estaba llorando.
© Guillermo Arquillos
25/02/2023
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