DECÍRSELO A LUCAS



DECÍRSELO A LUCAS

 

¡Qué mal rato! De los peores de mi vida. Luego dirán que una está en el cargo solo porque le gusta poner el culo en el sillón, pero aquí quisiera yo ver a los cagatintas esos de las narices, que son unos cuervos y quieren sacarte los ojos.

¡Que no te cruces, imbécil! Y va el tío y saluda..., gilipollas, se ve que me ha conocido. A la gente le gusta que conduzca yo y que no me lleve siempre el chófer del Ayuntamiento.

Veremos a ver cómo se lo digo a Lucas. Pobre hijo, con la que ha pasado estos cinco días, ahora le llevo la guinda del pastel. ¡Qué mal rato, por Dios! Esteban tenía una cara de campeonato. Ya me decía mi padre que los hombres, cuando lloran, lloran desde más dentro que las mujeres. A lo mejor, con lo estirado que es cuando les da órdenes a los municipales, no había llorado desde la muerte de su padre. Pobre Esteban, se le salía el alma por los ojos y yo no sabía qué hacer, que hasta me ha dado apuro cuando se me ha abrazado para descansar, un tío como una catedral, que las montañas más grandes son las que hacen más ruido cuando se derrumban. Y vaya si se ha derrumbado, que yo no tenía manera de quitármelo de encima.

Lucas va a pasar un mal rato. Y yo no sé cómo decirle esto. ¿Qué le digo? ¿Que ya han descansado? Joder, que expresión más fría, que parece el epitafio del padre de Esteban, que murió con noventa y cuatro.

Seguro que vienen un montón de periodistas y me entrevistan, como si yo supiera más que nadie por ser la alcaldesa, que muchas veces soy la última en enterarme de lo que pasa en este pueblo.

Si es que es una pena. ¡Qué ambiente había! Y luego hasta hemos tenido que consolar al cámara que se ha acercado a ver cómo los sacaban, envueltos con barro y con maleza y con las cabezas aplastadas. Que digo yo que lo de las tripas sí que pueden haber sido animales o algo, pero lo de las cabezas, ha tenido que ser algún hijo de puta, no hay otra.

Tengo que decirle a Lucas que se ande con mucho ojo. Algún anormal anda suelto por el pueblo, cualquiera sabe quién será. Verás qué pronto se inventan algún bulo que habrá que desmentir.

¡Venga ya!, el semáforo este siempre tiene que estar en rojo... Es que no me acuerdo de cuando lo he visto en verde la última vez. ¡Y como no tarda...! Tengo que hablar con Esteban. Si no depende de él, que me diga de quién depende, pero esto hay que arreglarlo de una vez.

Vaya, dos minutos y no tengo nada preparado para decirle a Lucas. ¡Que no se haya enterado, Dios mío!, ¡que no se haya enterado estando solo...! Si es que es muy pequeño. Yo no sé cómo hubiera soportado una noticia así a su edad. Cinco días sin que aparezcan y ahora esto... A ver si agarra la Guardia Civil al hijo de puta que se lo ha hecho y se pasa toda la vida en la cárcel. Lo que se merece es la guillotina, qué leche, ¡mira qué pronto lo resolvían antes en Francia...!

¡Huy! He pasado justita al lado de la columna. Siempre hago lo mismo, como vaya nerviosa...

¿Qué le digo, Dios mío? ¿Qué le digo a mi hijo? ¿Qué se le dice a un niño de doce años cuando acaban de encontrar a sus dos mejores amigos con el cuerpo destrozado? Es que los han torturado y les han reventado la cabeza. Hasta tienen las tripas fuera. ¡Qué horror! Pobres niños, no se merecían esto. Nadie se lo merece, pero menos los amigos de mi hijo, de su misma clase, pobrecitos, los más educados cuando venían a pasar la tarde en casa.

Se lo digo a Lucas y, en cuanto venga su padre y se quede con él, que para eso es su padre, me voy a casa de las familias. Esteban se viene conmigo, vaya tarde que nos espera.

No llores, Rosana, no llores. Tienes que estar tranquila para hablar con Lucas.

¿Y cómo no me voy a echar a llorar? Es inevitable. Pobre hijo mío, pobres familias.

Joder, qué pena, qué miedo. ¡Y qué injusticia!

 

 © Guillermo Arquillos — 30/12/2022

(Escrito a partir de una idea de Carmen López Calle)


Comentarios

Entradas populares de este blog

Chispas

A, DE ASESINO

O, de odio