DESPEDIR A MARÍA
Despedir a
María
—No te quejes, payo
—me dijo el gitano—. Maldita la gracia que nos hace que tú estés aquí ahora
mismo. Pero la mama quiso que te buscáramos cuando ya estuviera muerta, que vinieras
a despedirte con ella en el arca.
—Pero…
—Ni peros, ni
hostias. Si la mama dijo que vinieras, tú aquí que estás… callaico y tó,
pero aquí. A lo mejor quieres rezar un poco por ella. Mi papa nos dijo que la
mama había llegado entera a la noche de bodas, así que se ve que, p’á
ser un payo, tienes que ser un tío cabal.
Me dijeron que
entrara. La casa era amplia, mucho más de lo que uno se podía imaginar desde
fuera, con un gran patio lleno de macetas. Había muchísima gente: nietos,
vecinos, los cuatro hermanos del marido con sus familias y otros del clan. Hasta
me presentaron a un hombre mayor que era lo que nosotros llamamos patriarca y
ellos llaman tío: el tío Eugenio. Pocas cosas se mueven entre los gitanos de
Cádiz si no les da su conformidad alguien como el tío Eugenio u otro de los gitanos
de respeto.
Me miraban entrar
y saludar con los ojos muy abiertos. «Todos tienen que estar al tanto de lo que
dijo María, porque si no, ya me habrían echado de aquí», pensé.
Conforme fuimos atravesando
el patio, fueron saliendo casi todos de la habitación donde la tenían, quedaron
solo tres o cuatro mujeres.
En el cuarto había
muchas flores y la oscuridad estaba iluminada por unas cuantas velas muy
grandes. A María la habían puesto en la caja, con los brazos cruzados, vestida
de negro, porque había muerto cuando estaba de luto por su marido. Tenía el
pelo recogido, con un pañuelo también negro y parecía mayor de lo que era. Llamaba
la atención la cantidad de faldas que le habían puesto.
Lucía bastantes
joyas: unos pendientes enormes, redondos, como plazas de toros; collares y
cadenas en el cuello, anillos relucientes en los dedos y varias pulseras en
cada muñeca, todo de oro. Me llamó la atención que en el ataúd habían colocado
cubiertos y que hasta habían puesto un móvil a sus pies.
Se oía que, en otra
habitación, estaban dando fuertes voces y lloraban unas mujeres. Se escuchaban varias
conversaciones en voz alta. Algunos niños, por si el caos fuera poco, se habían
puesto a corretear por el patio. Sus juegos me parecían una falta de respeto,
pero allí, a nadie le extrañaban. Dentro de la habitación había un fuerte olor a
flores e inciensos. Yo me quedé de pie, en silencio, mirando el cadáver y recordando
los buenos momentos que habíamos pasado juntos en el Parque Genovés o en la Caleta,
hacía ya muchos años. O en carnavales, con lo que a María le gustaban los carnavales,
que siempre contaba los días que faltaban para que llegasen.
Una gaviota se
metió en el patio a graznar y todos bajaron la voz. Quizá venía a despedirse, porque
María, sin ser gitana, había hecho mucho por ayudar a todos.
Cuando salí de la
habitación, después de haber estado unos minutos rezando, el hijo que me había
traído me explicó:
—Hasta pasao’mañana
no podemos enterrarla, es la costumbre. Tú tienes que venir al cementerio, porque
ella lo dijo.
Yo asentí, sin
abrir la boca.
—Mi mama nos
hablaba alguna vez de ti y a mi papa no le parecía mal. Decía que eres un buen
hombre, que siempre la respetaste y que, si nos veíamos en un aprieto, podríamos
acudir a ti diciéndote que somos hijos suyos; pero, no te preocupes, que no te
vamos a molestar nunca. Los gitanos nos ayudamos entre nosotros, no como los
payos que cada uno vais a lo vuestro.
No me hizo gracia
aquella manera de decir las cosas, la verdad, porque dejaba ver que se sentía superior.
Esta tarde
vendrán a buscarme para el entierro. A pesar de sus extrañas costumbres,
acompañaré de buena gana a estos gitanos que han sido la familia de María, la
única mujer a la que he amado en mi vida.
2022/08/22
Bueno, Guillermo, esto es más sobre "nuestro querido tío Eugenio". Va salir algo grande de este "tío", seguro. Un abrazo, Guillermo (¿cómo lo llevas?).
ResponderEliminar¿Qué tal Blas? Lo tengo aparcado. Y sí, es algo que va en esa línea. Ahora estoy empezado un proyecto un poco grande, que me llevará mucho tiempo. Es la primera vez que me pongo con una historia de este tamaño y estas características. Espero no perderme por el camino. ¿Y tú cómo vas? ¿Cómo llevas lo tuyo?
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