Nosotros estábamos antes



Nosotros estábamos antes

Mario llevó a la chica para que le curaran un corte que se había hecho cuando preparaba la cena. El chaval estaba sudando y se frotaba las manos sin sentido. Eran un par de críos, todavía no tenían dieciséis años, se habían escapado de sus casas y estaban viviendo como ocupas, escondidos.

Una ambulancia que llegó en aquel momento trajo a Joaquín, un hombre que había tenido un accidente de moto. Al caer, un quitamiedos le había cortado el brazo derecho a la altura del codo. 

Pasada una media hora, Mario se acercó al mostrador:

—¡Eh! Pedazo de gilipollas, que no somos estatuas —gritó—. Llevamos aquí un buen rato y ningún médico ha visto a Bea. ¿Es que queréis que le pase algo?

El funcionario levantó la mirada y vio odio en los ojos del chico.

—Espere su turno —fue todo lo que le dijo.

Mario se inclinó por encima del mostrador y lo agarró por el cuello. Le cortaba la respiración mientras, sorprendido, abría los ojos como si buscara el aire que le faltaba. Apretando con fuerza su garganta, le lanzó un eructo pestilente a la cara y le dijo:

 —¡Llama ahora mismo a un médico para que miren lo que tiene Bea! ¡Llama ahora mismo o te juro que esta noche no duermes en tu casa, mamonazo!

Como pudo, el funcionario, aterrado y con náuseas, llamó al servicio correspondiente. Salió la doctora Ana Bermúdez, de treinta y cuatro años. Estaba muy apurada.

 —Tendrán que esperar —dijo—. Acaban de traer un hombre con un brazo amputado.

 Mario le clavó la mirada:

 —Nosotros estábamos antes.

 —Tendrán que esperar. Lo suyo es más urgente…

 Todo fue muy rápido. La chica contuvo la respiración cuando vio brillar la hoja del machete:

 —Nosotros estábamos antes, maldita zorra —gritó mientras se lo clavaba en el vientre, una y otra vez, hasta que la sangre le goteó por el codo—. ¡Nosotros estábamos antes, hijos de puta!

 

Han pasado dos años desde aquella tarde. Para Mario todo quedó en unos meses de arresto domiciliario, bajo la supervisión de sus padres, porque le aplicaron las atenuantes del alcohol y las drogas que había consumido. Además, tuvo que acudir dos veces a la semana a un centro de rehabilitación.

Al funcionario le concedieron una baja de seis meses por ansiedad.

Joaquín, el hombre accidentado, terminó perdiendo el brazo. Ya maneja la prótesis bastante bien.

La doctora, Ana Bermúdez, pobre mujer, sigue en silla de ruedas. Poco a poco se va recuperando y ya ha recobrado casi un cuarenta por ciento de la movilidad en ambas piernas. Quizá dentro de otro par de años pueda volver a andar con normalidad.

La muchacha, Bea, que tuvo un hijo con Mario, murió hace una semana. El chaval le dio una paliza y le destrozó la cabeza. La muerte fue casi instantánea. El nuevo juicio no tiene fecha fijada todavía y el bebé está con una familia de acogida porque nadie ha querido hacerse cargo de él.

Los compañeros del fiscal y el juez de menores hicieron ayer una fiesta para celebrar su paso a la política. El partido ha decidido recompensarlos ofreciéndoles cargos en la ejecutiva nacional por su buen hacer.

 

© Guillermo Arquillos
Año 2022. Julio, día 31

Comentarios

  1. Joer, Guillermo!!. Muy buena capacidad la tuya para meternos en el relato y sufrir como sufrió Mario, Joaquín, la doctora o Bea. Muy bien.
    Un abrazo.

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