Andrea y Óscar en la ribera

  



Andrea y Óscar en la ribera 

    *** Andrea — Unos minutos antes. Con una compañera  ***

«¿Que qué me está pasando? ¡A ti te lo voy a contar! ¿Qué quieres que te diga que me siento culpable? Si te llegara a decir algo, me inventaría que me va mejor que nunca con Óscar. Que no nos hemos peleado. No como tú, que ya llevas cuatro parejas en dos años porque estás hecha un… bueno una elementa.

     »¡Seguro, lo que necesito ahora son consejitos tuyos! Él, loco de celos y con un par de cuernos, y tú con lecciones.  ¡Que sí!, ¡que sí!

    »Sé que se me nota. Pero no te voy a contar lo que tuvimos después de que llegué a las cinco. No sé cómo se enteró de que me volví a enrollar con Gema. Tú imagínate lo que quieras, tonta del culo, porque nunca podrás entender lo maravilloso que es él. No importa que sus celos no lo dejen respirar. Ni a él, ni a mí».

    *** Andrea — A la hora en punto, junto a la UCI  ***

«Estoy hecha una mierda. Esa es la verdad. Entre lo poco que he dormido, la discusión de casa y lo sola que me quedé cuando lo eché, estoy hecha un asco.

     »Igual me pasé un poco y le grité, porque él no paraba de darme voces, sin ningún control. Y es que es un celoso y un machista, que no puede imaginarme con Gema».

    *** Óscar — Un minuto después, en la ribera  ***

«No me teníais que haber sacado, ¡joder! Si me he tirado, es porque ella me ha echado de casa.

     »Debo de tener millones de huesos rotos. Pero lo que es dolor, dolor… como que no me duele nada. Seguro que de esta no salgo. Mejor. Si no me acepta tal y como soy, prefiero quitarme de en medio. ¿Para qué coño quiero vivir si no es con mi nena?

       »Ya no puedo seguir así. Son demasiados desplantes. Demasiados “déjame vivir mi vida y vive tú la tuya, déjame mi espacio”. ¿Tu espacio? ¿Cuál? ¿El de la cama de Gema? No lo soporto. No tienes remedio, nena, no se trata de “una aventurilla de vez en cuando”. El tema es que me miden los cuernos más de un metro, que ya tengo que entrar de lado por las puertas. Hasta aquí hemos llegado. Como tú dices: mejor cada uno por su lado.

     »Joder, que estoy volviendo a llorar. Mucha agua, mucha agua por todos sitios, pero yo estoy llorando por dentro, que es por donde más queman las lágrimas.

     »¿Para qué coño me habrán sacado del río? Igual me quedo inválido si no me muero. Si la palmo, asunto concluido».

    *** Andrea — Dos minutos después, en la UCI móvil  ***

«¡Por el puente! Joder, con lo alto que está eso. No podías beberte un litro de lejía o cortarte las venas, igual que todo el mundo. Como no hayas caído bien en el río, te habrás partido todos los huesos y tendrás hemorragias internas, ya verás el cuadro. Te desangras por dentro, imbécil. Si tienes conciencia lo vas a pasar mal de verdad».

—¿Cuánto nos queda, Marcos?

—Ya casi estamos. Dos minutos más y llegamos, Andrea.

     «¡Joder! Dos minutos. Como no hayan tenido cuidado para sacarlo del agua, le habrán partido el cuello y tenemos un tetrapléjico de regalo. En dos minutos lo mismo se me ha ido el gilipollas. Y, luego, la reanimación. Además, que no estoy yo al cien por cien. ¡Coño, que he mandado a Óscar a tomar por culo hace un rato!».

 

—Lo siento, no podemos bajar a la ribera con la UCI. Hay que improvisar.

—¿Ni la camilla? —dice Andrea, pero lo piensa mejor—. Bueno, da igual, si lo mismo nos encontramos un cadáver. Desde esa altura, no sé yo…

 

    *** Óscar — Cinco minutos después, en la ribera  ***

    «La UCI se queda arriba, claro. No puede bajar a la ribera. Mejor. Igual les da por conseguir que yo viva. Y yo me quiero marchar. Ya no siento nada en el cuerpo. Creo que esto es la muerte. Hay tranquilidad. Hay silencio.

     »Se va apagando el cielo. Y las caras. La gente ya ha perdido la voz. Y la sirena suena muy a lo lejos. Seguro que ahora va a venir el túnel. El túnel y la luz. Me arrepiento de lo malo que he hecho. Me arrepiento antes de ir al otro lado.

 

     *** Andrea — Seis minutos después, junto al río  ***

 «¡No puede ser! ¡No! ¡Nene, eres gilipollas! ¡Tenías que ser tú! ¡Cariño, vuelve, vuelve…! ¡No te vayas!».

—Fuera, todo el mundo fuera, no lo toquéis —la voz de la doctora es decidida. Suena a segura. Sabe lo que se hace. Casi todos los días, un suicida. Pero solo un día lo intenta Óscar. Otra descarga. Sigue la RCP.

—¡Gilipollas, gilipollas, gilipollas…! —está llorando. Golpea su pecho.

Lo dice más fuerte, por si hay alguien en la ciudad que todavía no lo haya oído.

—¡Gilipollas! —más y más golpes. Más y más lágrimas.

—Vuelve, cariño, vuelve —Andrea le está haciendo el boca a boca. Más de un minuto. Las lágrimas no paran de salir de sus ojos —. Vuelve, por favor, no te vayas sin mí. ¡Te quiero, nene! ¡Te quiero!

 

    *** Óscar — Siete minutos después  ***

«Pues no hay luz. Una decepción, la verdad. Es una sensación extraña. Como si no hubiera llegado mi hora. Creo que tengo que volver. Sí, me toca volver…

    »Joder, ¡qué dolor! No puedo respirar».

 

  *** ¿Qué te pasa, Óscar?  — Siete minutos después ***

Tos, mucha tos. Vómitos de agua. Te colocan la cabeza de lado.

De pronto, vuelve el sonido de la sirena. Regresa el ruido de la ciudad. Te sorprende que te duela tantísimo todo el cuerpo. Oyes a alguien que está llamándote gilipollas. Te están dando golpes en el pecho.

¿Lágrimas? Los labios saben a salado. A agua del río y a salado. Tu nena está llorando. Te incorporan un poco.

La oyes con claridad:

— Vuelve, por favor, no te vayas sin mí. ¡Te quiero, nene! ¡Te quiero!

Lágrimas. Te llueven millones de lágrimas que, al caer, te causan más y más sufrimiento.

Tu dolor es insoportable.

 

Guillermo Arquillos

Año 2022. Enero. Día 5

 

 

 

 

 

 

 

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