Sucedió en Faluya (Adaptación de un cuento persa)

 

 

El siguiente relato forma parte de un ejercicio del taller. Está basado en un cuento clásico. (Al final comento parte de lo que se ha cambiado).

 

Sucedió en Faluya

 

Un día subió Abdul con la respiración entrecortada, estaba pálido.

 Hacía algún tiempo, ya me había confesado que tenía la facultad de ver fantasmas: a la soledad, una mujer joven y bella, que desprende un repugnante olor cuando se te acerca; o a la miseria, una vieja leprosa. Sin embargo —decía—, «la que me causa más miedo es la muerte: una mujer hermosísima que arrebata los espíritus de quienes tiene anotados en su lista».

 Me contó que, en la plaza, aquella aparición lo había mirado mientras consultaba su pergamino. Y, Abdul tenía miedo porque creía que su nombre estaba allí escrito.

 Cuando oí la estupidez que se imaginaba mi cobarde amigo, decidí que iba a aprovechar su ignorancia y su superstición. Lo terminé de convencer de que su única posibilidad era huir a Bagdad, a casa de unos parientes míos que allí vivían. Tendría que ocultar su identidad y su paradero a todos, para siempre. Así la muerte nunca podría encontrarlo. Hasta me dolió un poco ver con qué facilidad el marido de la bella Aisha cayó en mi trampa.

 Pasé la noche al raso, junto a su cuadra, para vigilar, antes de que amaneciera, cómo partía por el camino que lleva a la capital. Le dejé unas horas de ventaja y yo también salí hacia la gran ciudad. Los que me iba cruzando me confirmaban que estaba avanzando en aquella dirección.

Llegando a Faluya, unos viajeros me dijeron que ya no lo habían visto más allá del pueblo. Además, en una tienda me aseguraron que Abdul había encargado provisiones para el día siguiente y que, como no tenía dónde pasar la noche, le indicaron un establo en el que podría dormir.

 A medianoche, entré en aquella cuadra maloliente y Abdul se alegró de mi presencia. Pero yo, ciego de deseo, pensaba en su mujer, Aisha; lleno de envidia, me imaginaba viviendo en su hermosa casa y repleto de codicia, quería su tienda de especias, porque anhelaba sus riquezas.

 Entonces le conté que conseguí hablar con la muerte y que ella me había nombrado su emisario; que le extrañó encontrarlo en nuestra ciudad aquella mañana porque en su lista ponía que tendría que arrebatarle su espíritu en Faluya.

 Y así fue cómo traicioné a aquel ingenuo de Abdul: utilicé mi daga contra su corazón y me quedé con todo lo que no supo valorar en vida por ser esclavo de su miedo irracional. Yo fui colaborador de la muerte. Ahora, pasados los años, sé que todo se ha acabado para mí: esta mañana, me han contado que ella estaba de nuevo en la plaza. Preguntaba a la gente por mi dirección.

 

 

Guillermo Arquillos
Año 2021. Noviembre, 11

 

El texto original del cuento se puede recordar en:

http://elregio.com/Noticia/ab14f5cf-91f9-4b41-a58c-665f1ca48bc5

Allí se comenta que el tema del cuento es la imposibilidad de escapar del destino.

Como puede verse, al introducir otro personaje, he cambiado intencionadamente el tema del cuento, que pasa a ser la envidia y la traición, aunque la imposibilidad de escapar del destino queda todavía, como es lógico, como un tema de fondo.

 

 

 

 

 

 

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