No sé dónde meterme (Relato experimental) [700 palabras]






No sé dónde meterme

 

Me llamo Carlos Heredia Gómez. Tengo 47 años y creo que hoy me van a matar.

Los de la banda de Abraham me la tienen jurada y se van a vengar de mí. Esta gente jamás exagera. Nunca hablan por hablar.

¿Habéis oído hablar de Crespo, el tullido? ¿Sabéis por qué se ha quedado sin piernas? Crespo no pudo devolver a tiempo el préstamo que le había hecho Abraham. Era algo relacionado con droga: unos kilos de hachís que le dejaron o no sé qué. El caso es que este pequeño traficante terminó devolviendo el chocolate, pero después de la fecha que habían acordado —si hubiera tardado un poco más, le hubieran dado matarile—. La gente de Abraham no perdona.

Aquello acabó de un modo desagradable: una moto de las grandes, de las de cuatrocientos kilos, pasó unas veinte veces sobre Crespo. Lo derribaron y lo atropellaron hasta que el piloto se hartó de arrollarlo. Parece que, a la segunda pasada, ya había perdido el conocimiento y, cuando terminó todo, tenía los huesos tan molidos que tuvieron que amputarle ambas piernas. Eso sí, Abraham, amablemente, le pagó una silla de ruedas eléctrica de su propio bolsillo; como pidiendo disculpas por el comportamiento de sus matones.

No perdonan. No olvidan. No tienen compasión.

Y, ahora, me toca a mí. Yo le pedí prestado a esta gentuza treinta mil euros para pagar las nóminas. Habíamos pasado semanas y semanas de inactividad por el maldito bicho y, sin ingresos ni solvencia ante los bancos, al único a quien le pude pedir la pasta fue a él. Les había dicho a los míos que estaba con ellos, pasase lo que pasase. ¡Maldita sea…!

El crédito de esta gente cuesta un ojo de la cara y no he podido devolver la cantidad total en la fecha fijada. Imposible. Como quien no quiere la cosa, ya nos estamos recuperando porque las vacunas hacen que la gente viva con otra alegría y se gaste el dinero de nuevo. Las pastelerías han retomado su actividad y nosotros hemos vuelto a suministrarles el cacao que necesitan para hacer el chocolate de sus rellenos y coberturas. Por fin hemos podido darle la vuelta a la tortilla y estamos empezando a levantar cabeza.

Pero el asunto del préstamo se me ha ido de las manos y los de Abraham tienen la sartén por el mango.  Yo intenté dorarles la píldora, hablar con ellos y darles una cantidad a modo de adelanto. En realidad, lo que hice fue echar más leña al fuego, porque ellos, mirándose el ombligo,  me dijeron que no estaba el horno para bollos, que si yo creía que aquello era suficiente para apaciguar los ánimos es que estaba en las nubes. Ayer recibí un mensaje de la banda. No decía mucho, la verdad, pero a buen entendedor, pocas palabras bastan: «Esto lo vamos a resolver en menos que canta un gallo, en un pispás”.

No me dejaron que les devolviera ninguna cantidad. No soy el único: así hemos quedado varias empresas a las que Abraham prestó dinero en la etapa del confinamiento. La semana pasada tuvimos una reunión unos cuantos empresarios que estamos en la misma situación: aquello terminó como el rosario de la aurora porque todos tenemos miedo y queremos encontrar soluciones con los de Abraham, pero cada uno pasa miedo a su manera, buscando cómo resolver el apuro sin contar con los demás. No me queda ningún as en la manga y la banda me tiene entre ceja y ceja. A estas alturas, creo que tengo los días contados y me temo que lo que van a hacer conmigo no tiene nombre. Me da la sensación de que esta gente no tiene sangre en las venas y hace cosas sin pies ni cabeza.

¿De qué les sirvo muerto? ¿Es que así van a recuperar su dinero? Yo pedí hablar con Abraham en persona, pero ellos solo me han contestado con ese mensaje.

No tengo escapatoria, no puedo huir.

 

Llaman a la puerta. No contesto. Quizá pueda hacerles creer que no estoy en casa.

Me llaman por teléfono. No descuelgo. Seguro que son ellos y vienen a por mí.

No sé dónde meterme.

 

Guillermo Arquillos

Año 2021. Septiembre

 


Nota: El presente texto es un relato experimental de 700 palabras en el que he intentado analizar si la narración puede avanzar utilizando multitud de tópicos y frases hechas de manera intencionada. Creo que el resultado no está mal del todo, aunque va en contra de los consejos que dan los manuales en los que se recomienda que se huyan de las frases hechas como de la peste. ¿Vosotros qué pensáis? ¿Puede construirse un relato con tantos tópicos y clichés como éste, o resulta muy pesado y de difícil lectura?

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