La ganadora se queda con todo

 




 

La ganadora se queda con todo

  

¿Qué te pasa, Helen? ¿No puedes respirar bien? ¿Dónde sientes más dolor: en el pecho, en el estómago o en las piernas? Estás vomitando. Tienes calambres en los brazos; te vas ahogando. Sabes que te queda muy poca vida: quizá solo unos minutos.

Conoces la causa, no te hagas ahora la sorprendida. Te temías algo así porque Tiffany y tú siempre habéis sido dos luchadoras. Dos buenas amigas, pero grandes competidoras.

¿La odias? Sí, la detestas. Le sonríes mientras la aborreces. Ella siempre te robaba a los chicos del instituto y se terminaba enrollando con los mejores. Solo por restregártelo, claro, porque, en realidad, le importaban un pimiento: ni siquiera le gustaban. Tenía que quedar en todo por encima de ti: en el deporte, en la ropa, hasta en las notas. Sacaba mejores calificaciones solo porque te sintieras inferior a ella.

¡Vaya manera de acabar la cena! Robin te propuso hacer una velada especial porque, después de un año, empezaba su proceso de divorcio de Tiffany. Además, te anunció que te despedía. Te dijo que la comida estaría preparada porque la traían de fuera, pero nunca te imaginaste todo lo que pasaría.

Reconoce que es irresistible: resulta muy seductor con su pelo canoso, su cara aniñada y su cuenta corriente con siete ceros. ¿No te cautivan su enorme rancho, su colección de coches de lujo y su helicóptero particular?

Le echasteis el ojo, supisteis que estaba viudo y empezó la guerra entre vosotras. El objetivo era vencer a la rival. Ganó Tiffany: se terminó casando con él y tú, perdedora, viniste al rancho para ser solo el ama de llaves. Te encargabas de dirigir a la gente del servicio y de que a los señores no les faltara nunca de nada.

Estás convulsionando. No logras evitarlo. Quizá jamás vuelvas a controlar tu cuerpo. Robin ha dejado caer su cabeza en el plato. Si no estuviera muerto ya, le dirías que se va a hacer daño contra la porcelana.

Cuatro años. Así pasaste cuatro largos años. ¡Qué pena que, sin querer, le rompiste el cuello a Irma, la perrita de Tiffany! Nadie te pudo achacar su muerte. ¡Qué lástima que se colaran serpientes venenosas en los establos y picasen a Mestiza, la yegua favorita de tu amiga! ¡Con lo que a ti te gustaba aquella potra y lo bien que manejas las serpientes! No pudieron relacionarte con algo tan desafortunado.

Robin tiene debilidad por las pelirrojas. Y Tiffany es morena. ¡Qué problema! Bueno, de vez en cuando, tú le hacías algún favor al dueño de todo. Crees que te prefería a ti, que eres rubia. Además, tres o cuatro veces al mes, le traías la visita de algunas amigas pelirrojas. Por unos quinientos dólares se las ponías en la cama mientras ella iba de compras a Austin. Elegantes y limpias: como él las prefiere.

Ahora que se inicia el divorcio legal de la pareja, Robin se desprende de ti: va a venir una nueva señora y no quiere verte en el rancho. ¡Qué decepción! Te habías imaginado que ahora se casaría contigo. ¿Quién será la elegida? No importa, sin problema: tú sabes diluir suficientes barbitúricos en cualquier líquido, no bebes alcohol y Robin no entiende de vinos. Por descontado, no ibas a permitir que se deshiciera gratis de ti para terminar perdiendo de nuevo. Asunto resuelto. Cuando quieran darse cuenta de que lo has envenenado, tú ya estarás volando desde Austin a cualquier otro país sin tratado de extradición.

Hoy Robin ha dado vacaciones a todo el servicio. Y la cena os la han traído de fuera.

Tú no has bebido vino. Lo que te está pasando, la causa por la que te encuentras así, tiene que ser otra cosa…

Recibes un mensaje de Telegram de Tiffany. Uno de esos que se borran solos en unos minutos:

«Espero que la cena os haya sentado bien. Me he esforzado mucho en disimular el sabor a almendras amargas. Dentro de un rato pasarán por el rancho a recoger. Hasta nunca. Todavía soy la señora porque seguimos estando casados: yo me quedo con todo».

Como ves, Tiffany vuelve a ganar. Ella siempre vence.

 

Guillermo Arquillos

Año 2021. Septiembre


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