La cuesta que baja hacia el río

 


La cuesta que baja hacia el río (900 palabras)
 
 
Tamara está nerviosa. Desde su escondite, detrás de los coches, puede ver cómo Mario, el chico de Blanca, no para de gritarle y le ha pegado un par de bofetadas a su amiga.

No es hora de que ande la gente por aquella zona de la ciudad y menos por la cuesta que baja hacia el río, mal iluminada, con algunas farolas rotas. Pasan coches muy de vez en cuando. Las escasas luces se reflejan en un charco y en el agua que hay entre los adoquines del pavimento. El único sonido que se escucha en toda la calle es el de la discusión de su amiga con el muchacho.

Aquello no es ninguna sorpresa para Tamara porque Blanca ya le había contado cómo era Mario: «una persona inestable, que igual ayer era el hombre más optimista del mundo, y hoy está depre total. Además, por si fuera poco, luego están las borracheras que se coge un día sí y otro no».

«Le pasa lo mismo que a Carlos, mi novio —piensa Tamara—. Pero lo de Carlos es todavía más grave porque encima se coloca un montón de veces. Cuando no es con el chocolate es con la cocaína o con las anfetas. Además, un día de estos se le va a ir la mano con el machete que siempre lleva, que parece que va al monte. Dice que es “su mejor amigo”».

La pelea de la pareja va a más. Tamara permanece agachada sin que puedan verla. Tiene mie­do de intervenir y de que el chico de Blanca la tome con ella porque sabe cómo se las gastan los tíos como Mario. Ya tiene experiencia de las zurras que le propina Carlos. Precisamente por la última de esas palizas acabó en urgencias y de ahí la llevaron a comisaría: le había dejado la cara desfigurada y llena de moratones. Asuntos Sociales la mandó al piso para que estuviera más segura que con la simple orden de alejamiento.
 
Tamara es casi una niña. Cuando cumplió los dieciocho años tuvo la única pelea importante de su vida con sus viejos: quería irse a vivir con Carlos y sus padres, tal y como era de esperar, trataron de impedirlo con todas sus fuerzas. Su padre, incluso, llegó a encerrarla y a echar la llave de casa para que no pudiera salir. Al final, les fue imposible evitarlo por más que se enfadaron, rogaron y lloraron. La madre, llena de rabia, acabó tirándole una mochila desde el balcón a la calle con cuatro cosas de ropa que ella tuvo que perseguir por la acera porque habían salido volando. Fue un tremendo es­cán­dalo en el barrio: las vecinas estaban mirando detrás de los visillos y se fijaron en todo lo que sucedía para poder cotillear a su gusto durante los meses siguientes.

Blanca se lleva otro tortazo. Tamara piensa que tiene que hacer lo que sea: no puede quedarse de brazos cruzados.

«Nadie nunca mueve ni un dedo por los demás, —piensa Tamara— Lo más que hacen es decir “seguro que se lo merece, algo habrá hecho”. Y a otra cosa, mariposa. Nadie se va a meter en líos por una mujer a la que está pegando su pareja. Las manifestaciones y las pancartas quedan muy bonitas por la tele pero, excepto la familia, ninguno es capaz de dar un paso al frente y, si hace falta, “meterse en líos”. Las mujeres estamos solas en todo esto».
 
Blanca es trabajadora en el centro de acogida de la Diputación. Lleva ya cuatro años. En este tiempo, ha visto decenas de casos parecidos al de Tamara, un montón de palizas. Incluso ha llegado a atender a chicas que han sufrido abortos causados por los golpes. Desde hace unos tres meses, las dos se han hecho grandes amigas y han compartido todo tipo de confidencias. Pero, la que tiene que ayudar a las demás, la que se supone que está allí para que las mujeres no tengan que volver a pasar nunca por aquella situación, también tiene que sufrir malos tratos. Ella es otra víctima. Una más.
 
Salir del piso sin que nadie lo note es realmente sencillo. Y a Tamara le falta la libertad de poder pasear despacio por las calles mojadas y respirar el aire húmedo de después de las tormentas. El encuentro con aquella escena ha sido casual.
A pesar de su miedo, no puede permanecer con una simple espectadora de algo tan brutal.
 
***
 
El informe preliminar de la policía no despeja las numerosas dudas: el cadáver encontrado en el agua presenta marcas defensivas causadas por arma blanca y tiene varias heridas mortales en tórax y abdomen. Quizá fueran producidas por un machete que no se ha logrado localizar por el momento. Tampoco se conoce con exactitud el lugar donde se produjo el enfrentamiento, aunque hay abundantes manchas de sangre en la calle que baja hasta el río. Los forenses han determinado que la muerte tuvo lugar antes de que el cuerpo fuera arrojado a la corriente porque no hay líquido en los pulmones de la víctima, prueba de que ya estaba muerta cuando tiraron al agua el cuerpo de Tamara.

Carlos, su novio, permanece en paradero desconocido. Los amigos dicen que fue a darse una vuelta para despejarse un poco y que se le pasara el colocón. Lo vieron marcharse por la cuesta que baja hacia el río.
 
 
 
Guillermo Arquillos
Año 2021. Septiembre

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