Tu auténtica olimpiada (Relato ganador en el club escritores Reto 94)

 



A Ana Isabel López

 

Literatura y Matemáticas

empiezan por el mismo verbo:

contar.

 

(Relato en 700 palabras)

 

 

TU AUTÉNTICA OLIMPIADA

 

Estás sudando. Primera vuelta. Tu frente está mojada y llevas el casco rojo pegado a la cabeza. Sabías que esto es así. No tienes más remedio que seguir. No pienses en nada más. Concéntrate, empuja.

Te gustaría escuchar el aliento del público, como en el campeonato de España: “¡Vamos, Marcos, vamos!, ¡ánimo, campeón!”. Tenías a la gente de tu parte. Apostaban por ti y te daban alas. Conseguían que pedalear resultara más fácil. Pero, en los Juegos de Tokio, el velódromo está vacío por el miserable virus. Todo es muy distinto de la idea con la que volaste aquellas quince horas. Ilusiones. Emociones. Nervios.

No pienses, Marcos, no pienses. Solo tienes que atacar al máximo. Es el momento crucial. Son cinco años de haber estado preparando este kilómetro. No dejes de pedalear. A pesar de que te duela el cuerpo. Aunque creas que las punzadas de los muslos van a ser insoportables. Aprieta. Tienes un sabor amargo en la boca. Hay un fuerte olor a tu propia transpiración.

Hace cinco años también te imaginaste incapaz. Aquella caída te convirtió en un ser sin voluntad, y se te escaparon las ganas de existir. “No quiero ser un inútil, ¿de qué me sirve una vida tan vacía? Tengo miedo”. Litros de lágrimas y toneladas de pañuelos. Los médicos te confirmaron que lo tuyo era irreversible.

Pero Hilario y tu hermana Lucía —“Santa Lucía”— te devolvieron la luz: “Sí, tú puedes, tú eres grande. Confía en ti”. Muchas veces les faltaban las palabras y, llorando, te abrazaban. Te estrujaban el cuerpo porque apostaban por el Marcos al que querían, el que había reinado en velódromos del mundo entero. Más lágrimas, más pañuelos de papel. “No tienes por qué cambiar tu vida. Todo está en tu mente”.

Segunda vuelta. Te sube electricidad desde los dedos de los pies: es un suplicio. Temes que tu cabeza reviente, que tu corazón no pueda más. Oyes a Hilario: “Fuerte. A tope, Marcos. Todo lo que puedas. Ahora”. Tensas los músculos. Piensas que en cualquier instante no va a entrar suficiente aire en tus pulmones. Te empieza a doler el pecho.

Hilario tuvo una paciencia infinita cuando perdiste la vista. ¿Cuántas tardes soportó tus enfados? ¿Cuántas horas de gimnasio y preparación? Él, contigo; tú, contra él. Cinco años para ir bajando la marca. Segundo a segundo. Se emocionaba más que tú. Lloraba de alegría cada semana. “Es posible, Marcos. Puedes conseguirlo”.

Luego, aquella maldita lesión en la rodilla y la operación. Desaparecieron tus esperanzas. Pensaste que no ibas a lograrlo. Acariciaste, entonces, con las yemas de tus dedos, la cara de tu hermana y sentiste su rostro empapado. Apenas podía hablar: “Entonces, ¿vas a dejarlo? ¿Ya no vas a ser el campeón de los campeones? ¿Ya no tendrás una medalla en la Olimpiada? ¿Ya no podré decir a mis amigas que mi hermano es el mejor?”.

Suena la campana. Última vuelta. Oyes a Hilario: “Vamos en tiempo. No cedas ahora, Marcos, ¡dale fuerte!”. Y tú pedaleas, pedaleas, pedaleas… Quedan un poco menos de media vuelta. Tu mente piensa deprisa: “Cien metros, seis segundos. Vamos a acabar, ¡venga, venga, venga!”.

Por tus padres, por Hilario, por tu hermanita Lucía. Por aquella niña a quien le debes la vida y a la que prometiste luchar hasta el final. La valiente que con sus seis años, llorando, fue capaz de llamar: “Mi hermano está en la bañera. Hay mucha sangre. Tengo miedo”. Ella te salvó cuando querías suicidarte. El 112 consiguió parar las hemorragias de las muñecas.

 

De pronto, te duele la rodilla izquierda, la de la lesión. Un crujido seco, un dolor insoportable. No puedes seguir pedaleando en el tándem. Os iréis los dos al suelo. Hilario no se merece esto. Veinte metros. Poco más de un segundo. Se sale el pedal izquierdo. No puedes más. La aceleración os lanza a la madera y superáis la línea de meta. El golpe es brutal: te aturde. Te duele la cabeza. En el velódromo hay gritos que se terminan fundiendo con el silencio total.

***

Subís al pódium. Queréis una foto para dedicar la Medalla de Plata: “Hilario y Marcos, a Lucía. Tú conseguiste que la auténtica Olimpiada comenzara con tu sonrisa”.

 

Guillermo Arquillos Llera

Julio de 2021

(Este relato resultó ganador en el reto 94 del Club de Escritores. La extensión máxima en dichos trabajos es de 700 palabras).

(Ha sido revisado por María Martha Arce, correctora profesional).


 

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