Queridos Reyes Magos: os odio.

 


Queridos Reyes Magos: os odio.

Jaén, 6 de enero de 1969

Queridos Reyes Magos:

            Os odio. Sí, sí. No me he equivocado. Os odio por el mal rato que les habéis hecho pasar primero a mis hermanos y luego a mí. No sé, un papelito, una pista, algo… cualquier cosa que hubiera indicado que había más de lo que veíamos, hubiera sido suficiente para que no se les saltaran las lágrimas. Se miraban con las caras tristes, a mis padres les ponían ojos llorosos ¡y ellos los miraban divertidos! Os odio, os odio, os odio… lo voy a escribir con el boli verde oscuro del plumier nuevo. Para que quede bien clarito para toda la eternidad y los próximos años: os odio con el corazón.

            A ver: nosotros cuatro somos buena gente. Sacamos buenas notas. Somos obedientes. Estudiamos un montón. Yo soy un desastre, ya lo sé, que siempre voy con la ropa por fuera del pantalón, “hecho un Adán”, como dice mamá. Y soy muy desordenado, “que no me vais a echar nada si no ordeno mis cosas”.

Pero, digo yo, ¿a ver cómo me explicáis que Tomás, el de la tienda, haya tenido un Scalextric en casa de su padre? (pero un Scalextric de los grandes, de los que tienen puente y forma de ocho).  ¿Y en casa de su madre? Allí todavía peor, que le habéis traído un bici. ¡Una bici chulísima, una BH, de las buenas! Y Tomás no estudia nada. Se pasa las tardes colándose en la obra de ahí al lado y jugando al frontón. Claro, así suspende tantas. Y, encima, un Scalextric y una bici. Joder, os odio.

Mi hermana no ha salido mal del todo: sus muñecas, su plumier, sus juegos reunidos (que son para todos), su puzle… en fin, lo de siempre. Yo, pichí pichá: un fuerte muy chulo con un montón de indios (que ya veréis la que monto por las escaleras de casa), un plumier y un libro (Robinson Crusoe, mi primero “para leer”, dice mamá, que siempre está leyendo, que me va a gustar mucho).

Pero, ¿y mis hermanos mayores? Pues nada. Lo dicho. Nada de nada. Una decepción: unas barajas de cartas de familias, unas agendas… nada. Cuatro cosas. Y las lágrimas detrás de las orejas. ¡Vaya cara de tristes! Hombre yo comprendo que a Fede le trajeran poco, porque le pillé un paquete Ducados en un pantalón. Él me dijo que era de un amigo suyo, pero yo creo que es que alguna vez, fuma. Sí, sí. Que yo creo que fuma. A mí me puede engañar, pero a vosotros no, que para eso sois magos. De modo que a Fede ya sabía yo que le venía poco. Por fumar.

¿Pero, y a José Luis? ¿Qué es lo que ha hecho él? No lo entendía nadie. Me daban ganas de llorar. ¡Vaya pena que tenían los dos! (Y mis padres, con cara divertida, que era lo peor…).

Ropa. Eso es lo que teníamos todos. Por lo visto creéis que esto es Rusia, para tanto calcetín, tanto guante y tanta bufanda. ¿Es que los niños se mueren de frío en Oriente? Joder, y encima ni os molestáis en traer las cosas desde lejos, que en mi bufanda estaba la etiqueta de Tejidos Gangas, que está a cinco minutos de casa. Se ve que se os había olvidado y la pillasteis ahí mismo…

Total que, mis padres, viendo la cara de decepción de mis hermanos, dicen que nos vamos a casa de la abuela a ver si allí les habéis traído algo a mis hermanos, aunque sea tan temprano… Al fin y al cabo, viven aquí al lado.

¡No me lo podía creer! ¡Vaya locura! ¡Vivan los Reyes Magos! Mis hermanos dando saltos de alegría y los pequeños, mi hermana y yo, con una felicidad que no se puede contar: bajamos para salir de casa, con los abrigos, los guantes y los gorros de lana, que parecía que íbamos al Polo Norte y, al bajar al portal… ¡una mesa de ping-pong de reglamento para los más mayores! Una mesa y un coche teledirigido. ¡Una locura! No os podéis imaginar. Y yo, con la mierda del fuerte y los indios. Os odio. Ahora más que antes. Es que os odio.

Bueno, no tanto. La verdad es que os quiero mucho porque, claro, Tomás se ha enterado de lo de la mesa de ping-pong y ya hay cola en casa porque todos los del barrio quieren venir a jugar. Me ha dicho Tomás que, si yo le dejo un turno mío para un partido de ping-pong, que me deja jugar con su Scalextric. Pero yo me lo estoy pensando, porque tampoco es que me dejen a mí mucho… Y, encima, hasta se cuela mi padre, que también quiere.

Lo dicho: todos los chiquillos del barrio se han venido a casa. ¿Vosotros sabéis de otros niños que tengan una mesa de ping-pong en su casa?

A mí los Reyes Magos me gustáis mucho. Pero os odio, porque lo de los indios y el fuerte tampoco es para tanto… ¿Cómo será lo de la mesa que hasta se han olvidado del coche teledirigido?

Me parece que el año que viene le voy a escribir la carta a Papá Noel. Estoy harto de calcetines y de gorros y de plumieres. Yo quiero un cinexín y una guitarra. Y es que les traéis cosas chulas a los niños de las familias que tienen dinero en casa, como a Tomás. Y en las casas donde no hay tanto dinero, no vienen más que guantes y calcetines de Tejidos Gangas.

Papá Noel tiene menos trabajo. Ese seguro que me trae la guitarra.

Os odio…

Bueno, os quiero un montón. Y voy a ser bueno, que Papá Noel es un invento de Coca-Cola, como dice mi padre.

Un beso.

 

Guillermo Arquillos

Año 2022. Enero, día 8.

 

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